Soy una persona muy rutinaria, posiblemente demasiado rutinaria. Me cuesta muchísimo salirme de esa zona de confort que conforman mis quehaceres diarios. Es por eso que incluso estando de vacaciones necesito algo que me amarre a mi día a día. En este caso es este ordenador desde el que os escribo.
Aunque suene a locura, llevar conmigo el ordenador con el que trabajo a diario me ayuda a sentirme un poco más centrada y aprovechar el rato de la siesta para «trabajar» se hace muy llevadero.
Además, mientras escribo esto estoy en la terraza desde donde veo el puerto con sus barcos amarrados y un suave orbayu lo vuelve todo borroso. No son las vistas que tengo a diario, así que las disfruto el doble.
Cuando vengo de vacaciones a mi patria querida tengo la suerte de alojarme en un apartamento de mi padre, así que comemos casi todos los días en casa. Es curioso que a pesar de cocinar a diario no me importa seguir haciéndolo de vacaciones, quizá es que también sea uno de esos puntos de anclaje a mi rutina diaria…